Sobre... Francisco Morales Izquierdo (Coord.) Año 2016

...Y con especial motivación nacerán entonces los personajes que le identificarán para siempre, los que él mismo consideró como "Gente nuestra" y que de forma tan magistral e inigualable han venido a representar a esta tierra de Salamanca, y con las que, sin duda alguna entra en el campo de los elegidos, pues nadie podrá reflejar el alma salmantina con tanta sinceridad como él lo ha hecho. Escayola, piedra, hormigón o bronce, las finas y duras aristas desaparecen en su obra, para dejar que más que sus manos sea la propia brisa, el propio pasar del tiempo el que en breve soplo vaya modelando a la mujer, al hombre, al niño, siempre en parámetros de eternidad.

El hálito de la vida juega a ser mar de olas en las haldas femeninas, suavidad en los pliegues. Miradas profundas llenas de amor, de nostalgia; imágenes con historia propia -el tamborilero, el estudiante, el viajero, el cantero, el tratante... -que se convierten en historia común, en la historia que todos hemos vivido y que quedan como testigos de un tiempo que va pasando.

La escultura de Agustín aunque modelada por el viento está trabajada, sin embargo, con su sentir charro. Nadie que no sienta la tierra que pisa como propia, como continuación de su mismo, que no se una a ella sin reservas, puede ser capaz de captar la escena fugaz de un niño jugando con su avión, de la mágica mujer mirando a la mar infinita mientras se deja acariciar por la brisa, del sembrador que lanza la simiente mirando hacia un horizonte prometedor, del serrano que sentado piensa sin prisas en el siguiente futuro... e, incluso, de corporeizar, haciéndoles tan reales como la propia existencia, a esos salmantinos que nos hizo nacer la literatura -el lazarillo, el ciego, la Celestina- con los que consiguió alcanzar la cumbre de las obras maestras.

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